Ana María Espinosa y Tello, poetisa y profesora sevillana, se encontraba escribiendo un poema para una obra que llevaba preparando un tiempo y que pensaba titular Venus irritada. Ella estaba en el escritorio de su cuarto en el segundo piso de su casa.
De repente, escuchó un sonido muy fuerte y grave que venía del piso inferior. Bajó rápidamente para ver qué había en su salón capaz de hacer semejante estruendo. Cuando llegó, vio un agujero blanco y brillante en medio de su salón. Se acercó despacio para ver lo que era pero, repentinamente su cuerpo se deshizo y el agujero la absorbió.
Cuando despertó, estaba en un prado y era por la mañana. Confundida, se levantó y miró en todas direcciones. Detrás suya vio el agujero, y asustada, salió corriendo antes de que le volviera a absorber. Al cabo de un rato se paró y vio a un hombre sentado a los pies de un árbol escribiendo algo. Se acercó a él preguntándole dónde estaba. Él la miró extrañado y le dijo que se encontraban en Granada. Ana se quedó en shock por un rato; ella vivía en el centro de Sevilla, ¿cómo había llegado a Granada? se preguntaba. El hombre le llamó varias veces la atención diciéndole ¿cómo te llamas?. Ana María Espinosa y Tello, le contestó, ¿y tú?, le preguntó Ana. Él dijo que se llamaba Federico García Lorca, mientras que pensaba que qué nombre más raro tenía esa mujer y que vestimenta más anticuada.
Federico le preguntó dónde vivía y Ana respondió que vivía en Sevilla. Entonces ella le preguntó qué día era, Federico respondió que era 19 de junio de 1920. Ana volvió a quedarse pasmada; ¡¿pero que está pasando?! dijo en su mente. Federico recordó algo que le dejó perplejo y le gritó asustado:
¡eres una poetisa sevillana que murió en el 1800!. Los dos estaban muy nerviosos y asustados. Un rato después se relajaron y pudieron hablar.
Ana le contó lo ocurrido a Federico. Le enseñó el agujero desde una distancia segura y empezaron a preguntarse qué iba a pasar hasta que de repente se comenzaron a escuchar voces desde el agujero.
De él salieron tres personas, un hombre y dos mujeres. Todos se miraron extrañados pues los ropajes eran muy raros, sobre todo los del caballero. Ana y Federico les preguntaron sus nombres. El hombre contestó que se llamaba Leonardo Da Vinci, una de las mujeres respondió que su nombre era María de Viera y Clavijo y la otra, Margarita Hickey y Pellizoni.
Empezaron a hablar y a compartir conocimiento, preguntándose los unos a los otros cómo era su época. Leonardo les contó que era filósofo, científico, pintor, etc y les habló de sus proyectos que incluían un artefacto volador llamado helicóptero. María comentó que le gustaba mucho la escultura además de la poesía, pero al ser mujer era muy difícil destacar entre los artistas. Margarita coincidía con ella y por eso era una escritora muy feminista.
Así pasaron algunos días, durante los cuales se hicieron amigos y decidieron vivir allí todos para conseguir descubrir, escribir y trabajar juntos, pero el agujero reapareció allí deshaciendo a todos menos a Lorca y devolviendolos a sus respectivas épocas, Ana, al volver en sí quiso meterse de nuevo en el agujero pero ya no estaba. Deprimida, se arrodilló triste comprendiendo que jamás los volvería a ver. En ese momento llamaron a su puerta. Cuando abrió no había nadie, pero miró al suelo y vio manuscritos y cartas de distintas épocas. Eran de las personas que había conocido en esos días mágicos. En ellas acordaban que cada uno debía trabajar por su cuenta y proporcionar arte y cultura a su época, ya que si todos estaban en en mismo momento de la historia, no podrían participar en su tiempo y tener sus propios méritos y descubrimientos .
A partir de aquí Ana volvió a sus poemas, Federico a los suyos, Da Vinci a sus trabajos y proyectos, María y Margarita siguieron escribiendo, prometiendo dar al mundo todo el arte y conocimiento que se merece.
El mozo.
Bravo, Gonzalo.
ResponderEliminarPodrías incluir algunos fragmentos o citas de los escritos de las personas que aparecen en el relato.